La salvación no es fácil

La salvación no es fácil

Miércoles 14 de abril, 2010


Si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador? (1 Pedro 4: 18)

LA SEGURIDAD CRISTIANA es uno de los resultados de la justificación. Cuando hemos entrado en una relación de fe con Cristo, nos imparte seguridad y confianza. Esta seguridad no depende de nosotros, sino de nuestra relación con él. No solo tenemos paz, sino también la seguridad de que él nos guardará hasta el fin. Pero por alguna razón perdemos esa confianza, y recurrimos a excusas y razones para justificar esa actitud. Una de ellas es buscar apoyo en ciertos pasajes bíblicos. De este modo crece nuestra inseguridad, y nuestra vida cristiana no es tan feliz como debiera ser. Un pasaje, que algunos usan para alimentar esa inseguridad, es la declaración de Pedro que leyó anteriormente. Algunos ven en este texto, como en otros, que la salvación es muy difícil; que si nos salvamos, va a ser con mucho trabajo. Hay quienes se desalientan, al pensar que si llegan a salvarse es por un verdadero milagro. Lo que el apóstol hace, es contrastar la vida del impío y la del justo. Su intención es enfatizar que los impíos serán ciertamente juzgados y castigados. De ninguna manera nuestra salvación es un asunto fácil. No solo ha requerido un gran sacrificio del cielo, sino que se alcanza por el poder del Espíritu de Dios, que actúa en la vida de las personas. Pero eso tampoco debería alimentar la inseguridad en nuestra salvación presente o futura. Al contrario, debe damos seguridad; porque si las fuerzas celestiales están comprometidas en el conflicto, y nosotros estamos de su lado, no hay nada que temer. Meditemos en estas palabras: «Necesitamos cultivar diariamente la fe en un Salvador actual. Al confiar en un poder exterior y que está por encima de nosotros mismos, al ejercer fe en un apoyo y un poder invisibles, que aguarda las demandas del necesitado y dependiente, podemos confiar tanto en medio de las nubes como a plena luz del sol, mientras cantamos por la liberación y el gozo de su amor que podemos experimentar ahora mismo» (Cada día con Dios, p. 62).

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